Había llegado al límite de su resistencia. Se encontraba en ese momento en que el dolor -el peor dolor, el que produce la soledad de espíritu- amenazaba con desbordarse en la más insondable desesperación. ¿Qué mejor prueba podía tener la inexistencia de Dios que su insensato sufrimiento? Aun si existiera y fuese Dios de bondad, ¿no podría, en su soledad, reclamarle como interlocutor? Este último gesto de esperanza obró el milagro.
Editorial: Debolsillo
Temática: Religioso
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 224
Editorial: Debolsillo
Temática: Religioso
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Páginas: 224