En el Saint-Domingue de finales del siglo XVIII, Zarité es vendida como esclava doméstica. Su bondad natural, fortaleza de espíritu y honradez le permiten compartir los secretos y la espiritualidad que ayudaban a sobrevivir a los suyos, los esclavos, y conocer las miserias de los amos, los blancos. Zarité se convierte en el centro de un microcosmos que es un reflejo del mundo de la colonia. Al ser llevada por su amo a Nueva Orleans, inicia una nueva etapa en la que alcanzará su mayor aspiración: la libertad. Más allá del dolor y del amor, de la sumisión y la independencia, de sus deseos y los que le habían impuesto a lo largo de su vida, Zarité puede contemplarla con serenidad y concluir que ha tenido buena estrella.